viernes, 23 de septiembre de 2016

MEREA - Familia, psicoanálisis y sociedad (lectura complementaria de FREUD)

En su libro "Familia, psicoanálisis y sociedad. El sujeto y la cultura", César Merea elabora una concepción del psiquismo que tiene como piunto de partida la articulación de la teoría psicoanalítica con la teoría social. La mirada interdisciplinaria permite llevar adelante un análisis en el cual el sujeto, las parejas, la familia, la sociedad y la cultura se muestran como términos imbricados que se determinan mutuamente. El psiquismo no aparece, por tanto, confinado al interior dle individuo, sino que se extiende hacia el plano intersubjetivo, es decir, al mundo de la relación con los semejantes y con el orden material.


En su recorrido argumental Merea se ocupa de diversos temas como la constitución inicial del sujeto en la primera infancia, la transmisión de mitos e ideales en el seno familiar y a través de las generaciones, su plasmación como productos culturales y los procesos psíquicos que intervienen en la esfera política, entre otros. El desarrollo de estas temáticas en su conjunto, configuran un ensayo sobre el lugar del sujeto en la sociedad y de la sociedad en el sujeto.

Afirma este autor en la introducción de "Familia..." que todos los procesos que se desarrollan en el psiquismo humano tienen su expresión en tres formas de funcionamiento: las cualidades de inconciente, preconciente y conciente. La fuerza propia de los instintos, su magnitud, así como la imposibilidad de manejar -al menos incialmente- los estímulos del mundo externo, y las fuerzas de la crianza y la educación, que tratan de dominar o modular desde afuera del sujeto a estos instintos, hacen que el psiquismo deba reprimir (eliminar de su percepción conciente) deseos, ideas o representaciones que devienen en traumáticas y peligrosas para su constitución o la continuidad de su existencia (o al menos así son concebidas o imaginadas por el psiquismo).

Ocurre que estas ideas -y sus representaciones formales que las simbolizan-, no desaparecen del psiquismo por obra de esa represión: Merea explica que ellas permanecen activas en ese territorio denominado inconciente. Algo de ellas puede quedar siempre inconciente, pero algo también puede fluctuar en un espacio preconciente que, ya sea por la propia fuerza expresiva del impulso de esas ideas o deseos, o bien porque son activadas por otros elementos concientes de la vida misma, que establecen con ellas alguna relación formal o afectiva de parentesco, vuelven a presentarse en la conciencia, ya sea directamente, o bien con diversos "ropajes", es decir, bajo distintas manifestaciones.

El significado de esos ropajes, aclara este psicoanalista, es enteramente comparable a lo que sucede en el mundo social: la fuerza de la censura que trata de impedir la manifestación de fuerzas y tendencias reprimidas hace que éstas, que buscan su expresión por todos los medios posibles, adopten diversas formas tendientes a burlar ese control. De hecho, ese esfuerzo, que implica un polimorfismo de expresión, lleva también a la producción de síntomas de nuestras conductas y da lugar a todo lo se conoce como "patología".

Sucede que este vocablo se encuentra muy cuestionado, debido a que el funcionamiento psíquico y social demuestran una tenue frontera que separa lo "normal" de lo "patológico", términos que por otra parte, se encuentran "cargados" de sentidos equívocos, verdaderas palabras enfermas -según entiende Merea- que obligan al uso de comillas para relativizar los sentidos exagerados con los que han sido deformados por el exceso de purismo clasificatorio, por factores ideológicos y principalmente por el miedo que inspira la mención de lo "anormal" o la "locura".

Es por todo ello que este autor sostiene que el psiquismo no está confinado al interior del individuo, sino que es extenso hacia todo el mundo intersubjetivo, es decir, el mundo de nuestra relación con los semejantes, así como al mundo material. Merea plantea que el psiquismo se instituye permanentemente -más allá de su constitución inicial en la primera infancia- en esos lugares donde el sujeto, los otros y el mundo se interpenetran (más que interrelacionarse). Esas localidades, lugares o espacios psíquicos no son, por lo tanto, lugares donde el psiquismo, pensado como aparato autónomo, como máxima categoría de lo humano, se manifiesta en el mundo -o se aísla del mismo- como si dependiera de su voluntad, y el mundo fuera sólo su escenario. Son, en realidad, "escenas de acción", donde el psiquismo existe, instituyéndolas, al mismo tirempo que es instiuido por estas escenas.

Según este psicoanalista, la descripción circular de toda esta dinámic,a que constituyendo al sujeto constituye a la cultura, la cual a su vez constituye al sujeto -en ambas direcciones y por diversos caminos- crea la noción de un flujo permanente entre el sujeto y el mundo, entre lo interior y lo exterior. La intensidad de estos elementos en juego, es decir, las fuerzas que se ejercen en medio de las relaciones intersubjetivas, las energías fuertemente dinámicas de nuestra mente más interior y las luchas con y por el mundo material, hacen que en estos contextos, la idea de conflicto se convierta en la norma y en el hecho arquetípico del devenir de nuestro psiquismo.

Las primeras páginas de la selección de esta obra hecha por la cátedra, musetra cómo se presenta el conflicto psíquico según las sucesivas exposiciones y ampliaciones del mismo, que a lo largo de la última centuria, el psicoanálisis ha podido comprender y desarrollar.

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