lunes, 7 de abril de 2014

Acerca de Pierre BOURDIEU


BOURDIEU Y LA EFICACIA SIMBÓLICA DEL LENGUAJE: 
UNA CRÍTICA A LA CONCEPCIÓN LINGÜÍSTICA

Oscar D. Amaya

La palabra y su circulación modelan la esfera
pública aún más que el espacio material

Michelle Perrot

Las teorías y las escuelas, como los microbios y los glóbulos, se
devoran entre sí y con su lucha aseguran la continuidad de la vida

Marcel Proust, Sodoma y Gomorra


La ciencia social tiene que vérselas con realidades que han sido ya nombradas,
clasificadas, realidades que tienen nombres propios y nombres comunes, títulos,
signos, siglas. Así, so pena de asumir actos cuya lógica y necesidad ignora,
debe de tomar como objeto las operaciones sociales de nominación
y los ritos de institución a través de los cuales esas realidades se cumplen.
Pero más profundamente, es preciso examinar la parte que corresponde
a las palabras en la construcción de las cosas sociales, y la contribución que
la lucha de las clasificaciones, dimensión de toda lucha de clases, aporta
a la constitución de clases: clases de edad, clases sexuales o clases
sociales, pero también clanes, tribus, etnias o naciones.

Pierre Bourdieu



Acerca de Pierre Bourdieu

Nacido en Denguin, en un hogar pobre de una aldea de los Pirineos al sur de Francia en
1930, Pierre Bourdieu falleció a la edad de 71 años en un hospital de París en 2002
víctima del cáncer, mientras seguía corrigiendo los trabajos de sus colaboradores.
Estudiante de Letras, profesor en Argel, París, Lille y Princeton, ocupó el puesto de
Profesor Titular de la cátedra de sociología en el Colegio de Francia desde 1981 hasta el
momento de su muerte y fue director del Centro de Sociología Europea. Dirigió las
revistas Actes de la recherche en sciences sociales, Liber (que priorizó la
representatividad política y cultural de autores de muchas lenguas y tradiciones
interesados en repensar los colapsos de sus naciones) y Raisons d´agir (razones para
actuar), esta última fundada con el propósito de "destruir la frontera entre trabajo
científico y militantismo, rehabilitando la polémica". No hay democracia efectiva sin un
contrapoder crítico, afirmaba, convencido de la necesidad de disolver la división entre
la objetividad del investigador científico y la convicción subjetiva del militante político.

Fue constante su análisis sobre el mundo al que pertenecía, el campo intelectual: "los
intelectuales suelen reservar sus conocimientos para escribir papers que leen veinte
personas. Hay que liberar la energía crítica que está encerrada en las torres de marfil.
Muchos de los temas investigados son producidos por las propias instituciones que
financian las investigaciones. Y el poder no paga por estudiar el poder, sino para
mejorar los efectos de dominación. En vez de estudiar problemas impuestos, habría que
crear un campo de conocimiento autónomo". Bourdieu sostenía que ser un intelectual
crítico significaba ser capaz de someter los propios enunciados a pruebas de
legitimidad, es decir, colocar el saber construido también como un objeto de
conocimiento. Bajo el título Los intelectuales y el poder (1991) colocó a los pensadores
en el mismo "cajón" que a la clase dominante, donde insistió en su idea de que los
intelectuales que se resignaban a la ideología del neoliberalismo reforzaban la idea de
que el conocimiento y el saber pertenecen exclusivamente a una elite. Su preocupación
por lo que observó como una pérdida del mundo intelectual frente a los medios de
comunicación de masas y ante las variadas formas que adquieres el poder económico
internacional y sus distintas implementaciones políticas locales, lo llevó a proponer la
creación de una "internacional intelectual" donde participaron activamente numerosas
personalidades de la cultura.

Entre sus muchas preocupaciones se destacó la de analizar la desigualdad y la
distinción de clases sociales. Ya desde su trabajo de campo sobre la urbanización en
Argelia en 1958, Bourdieu se había comprometido a revelar los modos subyacentes de
dominación de clases en las sociedades capitalistas, tal como aparecen en los más
diversos ámbitos sociales (la educación y el arte, entre otros). Planteaba que "los efectos
de dominación simbólica son muy difíciles de resistir. Son fenómenos cuasi religiosos
que atraviesan el inconciente, la forma de presentar el cuerpo y la propia imagen que se
tiene de sí mismo". En la década del ´60 participó en el agitado clima intelectual de la
época con una serie de trabajos que abarcaron los temas de la cultura, el arte, la
política, la educación y el lenguaje, entre otros. Con su trabajo Los herederos, publicado
en 1964 junto con Passeron, presentó un análisis sobre el medio estudiantil que
formulaba una crítica fundamental a la enseñanza superior francesa, convirtiéndose
por ello en una de las referencias de las revueltas de mayo de 1968.

Sus investigaciones finales, interrumpidas por su muerte, estuvieron abocadas al
estudio de la estructura social de la economía, algo que produjo la radicalización de sus
posiciones políticas, comprometiéndose cada vez más con las víctimas del
neoliberalismo, al que entendía como un programa de destrucción metódica de los
colectivos. En 1998 publicó en el periódico Le Monde el manifiesto "Por una izquierda a
la izquierda de los izquierdistas", en el que acusó al gobierno izquierdista de llevar a
cabo una política derechista. "Los movimientos sociales deben presionar a Estados y
gobiernos y garantizar el control de los mercados financieros y la distribución justa de
la riqueza de las naciones", advertía. El autor de "La miseria del mundo" (una
recopilación de testimonios de obreros, profesores, periodistas, policías, trabajadores
temporarios y jóvenes habitantes de los suburbios pobres) preocupado por las
desigualdades crecientes, afirmaba con énfasis: "si sé que ocurrirá una catástrofe y no
lo aviso, estoy cometiendo algo parecido al delito de no asistir a una persona en peligro.
A veces temo que la gente se despierte cuando sea demasiado tarde".

Reflexionando sobre su propia trayectoria, en sus últimos tramos de trabajo afirmó: "cuanto más envejezco, más me siento empujado hacia el crimen. Transgredo líneas que antes me había prohibido transgredir", refiriéndose a sus compromisos intelectuales. El
sociólogo francés estaba reconociendo que durante años había sido "víctima de ese
moralismo de la neutralidad, del no implicarse, de la no-intervención del científico,
como si se pudiese hablar del mundo social sin ejercer la política". Bourdieu la ejerció
en las aulas, en los libros y hablando ante los auditorios más diversos: huelguistas,
personas sin domicilio fijo, cárceles, hospitales, campesinos. Sus ataques contra los
sistemas sociales desestructuradores y la globalización no admitieron concesión alguna:
"el fatalismo de las leyes económicas esconde en realidad una política. Pero se trata de
una política paradójica porque apunta a despolitizar: es una política que, liberándolas
de todo control, apunta a darles a las fuerzas económicas un poder fatal. Al mismo
tiempo, esa política busca obtener la sumisión de los gobiernos y de los ciudadanos a
las fuerzas económicas y sociales liberadas mediante ese método". Pesimista pero al
mismo tiempo comprometido, llevó tempranamente a cabo un modelo de pensamiento
y acción destinado a "objetivar" el desarraigo y la soledad social a las cuales las leyes del
mercado arrojarían a millones de individuos, como sigue sucediendo hasta hoy. "Para
cambiar el mundo -afirmó en una conferencia en 1986- es necesario cambiar las
maneras de hacer el mundo, es decir, la visión del mundo y las operaciones prácticas
por la cuales los grupos son producidos y reproducidos".

Entre su profusa obra -alrededor de 25 libros publicados- pueden consultarse sus
obras disponibles en castellano, relacionadas a la unidad III del Programa de Estudios:
La distinción (Taurus, 1988); El oficio del sociólogo (siglo XXI, 1987); Razones
prácticas (Anagrama, 1991), La reproducción; Capital cultural, escuela y espacio social
(siglo XXI, 1997); Los herederos. Los estudiantes y la cultura (siglo XXI, 2003); El
sentido práctico (Taurus, 1991); Cosas dichas (Gedisa, 1988) de la que se sugiere
especialmente su conferencia Lectura, lectores, letrados, literatura ; Las reglas del arte
(Anagrama, 1995), Sociología y cultura (Grijalbo, 1990) de la que se sugiere
especialmente su conferencia El mercado linguístico ;Creencia artística y bienes
simbólicos (aurelia rivera,2003); Intelectuales, política y poder (EUDEBA, 1999); Sobre
la televisión (Anagrama,1997) y ¿Qué significa hablar? (Akal, 1985) cuya selección de
capítulos se incluyen en esta unidad.

Acerca de su obra

Frente a una obra tan vasta y heterogénea, resulta útil hacer referencia a la reseña que
hiciera R. Sidicaro en ocasión de la publicación en castellano de Los herederos, un
estudio de Bourdieu sobre el sistema escolar y las prácticas culturales que engendran
violencia simbólica, a fin de legitimar las relaciones de dominación y desigualdad social
existentes. En dicha reseña se dice: "en sus opciones teóricas y epistemológicas, la
sociología de Bourdieu se fijó una meta prioritaria: explicar las estructuras de
dominación y la distribución asimétrica de posiciones de poder existentes en los más
variados campos de relaciones sociales. Sus recortes analíticos suponían una definición
del mundo social que partía de una perspectiva (...) que observaba al funcionamiento
de las relaciones sociales" no como transparentes sino como un dispositivo que "dota a
las personas de ideas y percepciones que las convierte en receptores sumisos, por la vía
de la naturalización espontánea de las estructuras de dominación".

Pueden caracterizarse los principios teóricos de Bourdieu como pertenecientes a un
"estructuralismo constructivista", en donde estructuralismo debe entenderse no como
fue significado por Saussure o Levi-Strauss sino en el sentido de sostener que en el
mundo social existen estructuras objetivas independientemente del obrar de la
conciencia y de la voluntad de los sujetos, que sí son capaces de coaccionar sus
prácticas y sus representaciones. En tanto que por constructivismo, Bourdieu hace
referencia a la existencia de una génesis social tanto de una parte de los esquemas de
percepción, de pensamiento y de acción que son constitutivos de lo que él denomina
hábitus, (ver más abajo) como de estructuras, en particular de lo que este autor
denomina campos (ver más abajo) en relación a las clásicamente denominadas clases
sociales.

Este planteo constituye un intento por superar las falsas oposiciones entre el
objetivismo (fisicalismo) y el subjetivismo (psicologismo). Es decir, la posición extrema
de tratar a los fenómenos sociales como "cosas" dejando de lado el hecho de que se
tratan de objetos de conocimiento, o su antítesis, la de reducir el mundo social a las
representaciones mentales que de él se formulan los sujetos. En palabras del autor, el
oficio del sociólogo supera este dilema al considerar "por un lado, las estructuras
subjetivas que construye el sociólogo en el momento objetivista, al apartar las
representaciones subjetivas de los agentes, son el fundamento de las representaciones
subjetivas y constituyen las coacciones estructurales que pesan sobre las interacciones,
pero, por otro lado, esas representaciones también deben ser consideradas si se quieres
dar cuenta especialmente de las luchas cotidianas, individuales o colectivas, que
tienden a transformar o conservar esas estructuras. Esto significa que los dos
momentos, objetivista y subjetivista, están en relación dialéctica".

En una de sus tesis centrales afirma que la clase dominante no gobierna abiertamente;
no obliga a los dominados a atenerse a su poder y voluntad. Por el contrario, en las
sociedades capitalistas las clases privilegiadas no manipulan en forma consciente la
realidad de acuerdo con sus propios intereses. Lo que sucede -según este sociólogo- es
que la clase dominante es la beneficiaria del poder no sólo económico sino social y
simbólico (cultural). Este poder se encarna en los bienes económico-culturales y
modela las instituciones y costumbres de una sociedad. Sin embargo, para Bourdieu
este estado de cosas no es estático: "lo que el mundo social ha hecho, el mundo social
puede transformarlo, si cuenta con un saber también social sobre sí mismo".

El espacio social, sostiene, tiende a funcionar como un espacio simbólico, un espacio de
estilos de vida y de grupos de estatus, caracterizados por diferentes e incluso
contrapuestos estilos de vida. En relación al poder simbólico, se aboca al estudio de los
bienes culturales demostrando que no existen temas insignificantes o indignos a la hora
de analizarlos. Descubrió en la práctica de la fotografía, la asistencia a los museos, la
violencia simbólica en las escuelas, las prácticas deportivas y su consumo como
espectáculo y en la moda, entre otros fenómenos, claves de la organización del poder
que los estudios en ciencias sociales habían excluido o ignorado. En su reflexión
estética encuentra bases para explicar la autonomía de los campos artísticos y literarios,
como así su análisis de la formación del gusto, demostrando cuánto más se comprende
el sentido cultural del escritor Marcel Proust o del antropólogo Levi-Strauss si se los
analiza junto al impacto de los cantantes pop, los muebles de diseño, las preferencias
gastronómicas, la dominación masculina, la alta costura y la cosmética femenina.

Para este autor, los fenómenos sociales no pueden ser analizados mediante un enfoque
marxista tradicional que defina a la inserción del hombre en los fenómenos sociales
sólo como un agente que participa de la estructura económica. Tampoco resulta
apropiada, como se dijo más arriba, una visión estructuralista de lo social, ya que esta
visión concibe lo social como sistema invariable no sujeto a la variación histórica. A
partir de esta perspectiva teórica, desarrollará una teoría de las prácticas sociales,
articulada en base a los conceptos habitus, campo y capital cultural.

De particular importancia es el concepto del habitus para la comprensión de los
desarrollos planteados en la bibliografía de esta unidad de contenido. El habitus es una
suerte de "gramática" de las acciones que sirve para diferenciar una clase de otra en el
terreno social (la de los dominantes de la de los dominados). Por ejemplo, el habitus del
campo intelectual tenderá a valorar positivamente la formación universitaria, la lectura
de ciertos libros y diarios, el análisis racional de los hechos, la música clásica; mientras
que el habitus de la clase obrera se construiría en relación a otros bienes y prácticas
culturales: la educación no formal, escasa lectura y alta exposición a medios
audiovisuales, alta valoración de la intuición, música de bailanta, etc. En síntesis, el
habitus genera una serie de actitudes comunes a una clase, aunque no determina
rígidamente las acciones de sus miembros. Constituye "algo que se ha adquirido, que se
ha encarnado de manera durable en el cuerpo en forma de disposiciones permanentes".

En la modernidad tardía, las relaciones entre artistas y público, entre escritores y
editores, o entre pintores y marchands, por ejemplo, se producen en lo que Bourdieu
denomina campo: un espacio articulado como campo de fuerzas que no reflejan
directamente ni el poder económico ni el político. El autor afirma que la definición más
adecuada es la propuesta por Einstein: un espacio donde agentes actúan y son
limitados, lo cual los hace posibles y a la vez los constriñe. Las tomas de posición en
este espacio están regidas por la búsqueda de consagración personal y legitimidad para
las propias obras. Se trata de un espacio de puja, de competencia entre sujetos que
buscar obtener el monopolio del reconocimiento y prestigio. Fuertemente productivo
en su obra, el concepto de campo le permite elaborar una teoría de las fuerzas sociales y
su manera de actuar, así como su génesis y consolidación.

En lo que respecta a la noción de capital cultural, Bourdieu sostiene que la dominación
no sólo se ejerce en el terreno económico sino también a través del acceso/exclusión al
consumo de los bienes simbólicos (culturales) disponibles en una sociedad en un
momento dado. Como ejemplo de este concepto, puede pensarse en el Teatro Colón de
Buenos Aires: sólo pueden acceder a sus producciones aquellas personas que paguen
un abono anual cercano a los mil pesos, costo excluyente para las capas medias y bajas
de la población. Incluso disponiendo del dinero, la venta de abonos se rige por un
sistema que privilegia a quien ya tuvo abonos en el pasado, dificultando el ingreso de
nuevos públicos. El capital simbólico constituye la dimensión simbólica de los capitales
económico, social y cultural, posible de ser percibido en términos de prestigio.


Un ejemplo del análisis de Bourdieu: 1) "¿Qué significa hablar?"  

En este libro se caracteriza a la lengua como instrumento de acción y poder,
explicitando la falacia de considerarla como constituida por palabras neutras u
objetivas. El lenguaje no es "inocente" en la medida en que produce el reconocimiento
de las autoridades legítimas al favorecer el desconocimiento de la arbitrariedad en que
se sustentan. Según este autor, los dominados no podrán constituirse como grupo para
movilizarse y movilizar las energías que potencialmente poseen, si no son capaces de
poner en cuestión las categorías de percepción del orden social existente. El lenguaje es,
en este sentido, expansión del orden que pretende la sumisión frente a las
desigualdades sociales existentes.

Como la mirada de Bourdieu sobre la cultura se constituye como una teoría del poder
simbólico, los símbolos son caracterizados como instrumentos de conocimiento y
comunicación que hacen posible el consenso sobre el sentido del mundo, promoviendo
la integración social. Por consiguiente, plantea que no hay relaciones de comunicación
o conocimiento que no sean inseparablemente, relaciones de poder. "El poder
simbólico es un poder de hacer cosas con palabras", afirma. En el tópico específico del
lenguaje, se propone analizarlo como un conjunto de modos de distribución y
producción simbólica de lugares sociales. El lenguaje es pensado por este autor como
una de las formas en que se constituye el saber, a través del vínculo entre lo material y
lo simbólico, tanto en prácticas como en discursos. Es por ello que lo concibe como
instrumento de acción y de poder más que un objeto del intelecto.

En tanto que a la comunicación, la caracteriza no como un espacio de libre intercambio,
sino con condiciones de instauración por parte de los hablantes que detentan un
determinado poder en situaciones específicas de intercambio simbólico, es decir,
relaciones de fuerza simbólica. Los productores y los productos lingüísticos no son
iguales, afirma, sino que están determinados por la existencia de privilegios de ciertos
hablantes con respecto a otros: la posición que detenten en la estructura social. Las
situaciones lingüísticas producen efectos de dominación, es decir, relaciones e
interacciones entre los hablantes conformes a las leyes objetivas del mercado
lingüístico.

La estructura del campo lingüístico debe pensarse como un conjunto de transacciones,
que constituyen una expresión particular de la estructura de relación de fuerzas entre
los grupos que poseen diferentes competencias, que en situación de pugna se tornan
una forma de capital simbólico. En palabras de Bourdieu: "una lengua vale lo que valen
los que la hablan". Es por ello que se aparta de la lingüística estructural y la de corte
chomskyano, ya que a su entender excluyen toda investigación que relacione la lengua
con la etnología, la historia política de los hablantes e incluso la geografía del ámbito en
que la lengua se habla, dimensiones consideradas centrales para Bourdieu. En efecto,
son las condiciones sociales de producción, reproducción y de utilización de los
enunciados de la lengua el objeto de estudio para él.

El lenguaje entonces, es abordado para su análisis como una praxis, que se realiza a
través del habla, que despliega estrategias discursivas que se refieren al dominio de sus
condiciones de utilización, que permiten producir discursos adecuados a situaciones
sociales determinadas. Para este sociólogo, el signo sólo tiene existencia dentro del
modo de producción lingüístico concreto. Las transacciones lingüísticas particulares
dependen de la estructura del campo lingüístico, expresión de cómo se estructuran las
relaciones de fuerza entre los grupos que poseen diversos capitales de autoridad, que
no pueden ser reducidos a las meras competencias lingüísticas.

"Una ciencia del discurso -afirma Bourdieu- debe establecer las leyes que determinan
quién puede (de hecho y de derecho) hablar, a quién y cómo, es decir, determinar las
condiciones de instauración de la comunicación". También "debe determinar el
contexto social en el cual la comunicación se instaura, y en particular, la estructura del
grupo en el cual se lleva a cabo. Debe tener en cuenta no sólo las relaciones de fuerza
simbólica que se establecen en el grupo, sino las leyes mismas de producción del grupo
que hacen que algunas categorías estén ausentes. Estas condiciones ocultas son
determinantes para comprender lo que puede decirse y lo que no puede decirse en un
grupo".

Este contexto social es denominado por Bourdieu mercado lingüístico, es decir, una
"situación social determinada más o menos oficial y ritualizada" donde un hablante
"produce un discurso dirigido a receptores capaces de evaluarlo, apreciarlo y darle un
precio". Así, este mercado posee "leyes de determinación de los precios que hacen que
todos los productores de productos lingüísticos, de hablas, no sean iguales". Las
relaciones de fuerza que lo dominan (que trascienden la situación y son irreductibles a
las relaciones de interacción) "provocan que ciertos productores y productos tengan un
privilegio de entrada".

Es por ello que este autor sostiene que una ciencia del lenguaje debe tener como objeto
de estudio "el análisis de las condiciones de producción de un discurso no sólo
gramatical, no sólo adaptado a la situación, sino también y sobre todo aceptable,
recibible, creíble, eficaz o simplemente escuchado, en un estado dado de las relaciones
de producción y circulación" de los discursos.

En la siguiente tabla, se presenta esta operatoria de sustitución de conceptos, que
implica el pasaje de una concepción lingüística a otra sociológica, respecto del lenguaje:



concepción lingüística                                               teoría del poder simbólico

. lengua .................................................................................lengua legítima
. locutor.................................................................................locutor legítimo
. comunicación ...........................................................relaciones de fuerza simbólica
. interacción simbólica ............................................transacción de bienes simbólicos
. sentido de los enunciados ...........................................valor y poder del discurso
. competencia lingüística ........................................................capital simbólico
. situación o contexto.......................................................... mercado lingüístico
. gramaticalidad ....................................................................aceptabilidad


Bourdieu considera que la concepción lingüística abstrae las condiciones de utilización
del lenguaje autonomizando la capacidad de producción lingüística de los hablantes,
como si éstos poseyeran autonomía. Una teoría del poder simbólico, en tanto,
caracteriza como condición de enunciación la posición del hablante en la estructura
social. Es decir, el acto de hablar se estructura en condiciones sociales de constitución,
funcionamiento y utilización de los enunciados, posee una lógica específica y no puede
reducirse a un mero acto de ejecución, tal como fue planteado en los modelos
saussureano y chomskyano.


Un ejemplo del análisis de Bourdieu: 2) los conceptos de campo y hábitus

ALGUNAS PROPIEDADES DE LOS CAMPOS

-Un campo se define, entre otras cosas, definiendo aquello que está en juego.
-Un campo es un microcosmos dentro del macrocosmos que constituye el espacio social
(nacional) global.
-Cada campo posee reglas del juego y apuestas específicos, irreductibles a las reglas del juego y apuestas de otros campos (lo que hace "ir y venir" a un matemático -y la manera en la que "va y viene"- no tiene nada que ver con lo que hace "ir y venir" -y la manera en la que "va y viene"- a un empresario industrial o a un gran diseñador de moda).
- Un campo es un "sistema" o un "espacio" estructurado de posiciones.
-Dicho espacio es un espacio de luchas entre los diferentes agentes que ocupan las diversas posiciones.
- Las luchas tienen como apuesta la apropiación de un capital específico del campo (el
monopolio del capital específico legítimo) y/o la redefinición de ese capital.
- El capital es distribuido de manera desigual al interior del campo; existen, entonces,
dominantes y dominados.
- La distribución desigual del capital determina la estructura del campo, que está definida así por el estado de una correlación de fuerzas histórica entre las fuerzas (agentes,
instituciones) presentes dentro del campo.
- Las estrategias de los agentes se comprenden si se las relaciona con sus posiciones en el campo.
- Entre las estrategias invariables, se puede señalar la oposición entre las estrategias de
conservación y las estrategias de subversión (del estado de la relación de fuerzas existente).
Las primeras son, con mayor frecuencia, las de los dominantes, y las segundas, las de los dominados (y, entre ellos, más específicamente, los "recién llegados"). Esta oposición puede tomar la forma de un conflicto entre "antiguos" y "modernos", "ortodoxos" y "heterodoxos".
- En lucha unos contra otros, a los agentes de un campo les conviene que por lo menos el campo exista y, entonces, mantienen una "complicidad objetiva" que va más allá de las
luchas que los enfrentan.
- Los intereses sociales son siempre, pues, específicos de cada campo y no se reducen al interés de tipo económico.
- A cada campo le corresponde un habitus (sistema de disposiciones incorporadas) propio del campo (e. g. el habitus filológico o el habitus pugilístico). Solamente aquéllos que incorporaron el habitus propio al campo, están en situación de jugar el juego y de creer en (la importancia de) ese juego.
- Cada agente del campo está caracterizado por su trayectoria social, su habitus y su posición en el campo.
- Un campo posee una autonomía relativa: las luchas que ahí se desarrollan tienen una lógica interna, pero el resultado de luchas (económicas, sociales, políticas...) externas al campo tiene un peso muy fuerte sobre el resultado de las relaciones de fuerzas internas.
HABITUS 

- Sistema de disposiciones durables y transferibles que integra todas las experiencias
primarias y que funciona en cada momento como matriz estructurante de las percepciones, apreciaciones y acciones.
- Es la interiorización de la estructura social, del campo concreto de relaciones sociales dentro del cual el agente se ha conformado como tal.
- Será a partir del habitus incorporado que los sujetos producirán sus prácticas, es un sistema que genera acción, que trasforma las posibilidades inscritas en los seres en capacidad concreta de realizar actos.
- No obstante, el habitus no corresponde a ninguna regla definida. Las acciones que produce tienen regularidad, pero esa regularidad no es el producto de la obediencia de ciertas reglas.
Puede estar objetivamente adaptado a un fin sin suponer por ello la búsqueda conciente de ese fin o la utilización intencionada de estrategias para lograrlo. En este sentido, representa la orquestación de la acción, más no la conducción en el sentido estricto.
- El habitus funciona como la aguja de una brújula, porque aunque podría moverse
libremente en cualquier dirección la orientación que marca está en últimas determinada por el campo en el cual se sitúa (como si se tratase de un campo magnético).
- Al incorporarse como esquema de percepciones el habitus divide el mundo en categorías, distingue lo bello de lo feo, lo adecuado de lo inadecuado, lo que vale la pena de lo que no.
Por ello opera como selección sistemática de informaciones nuevas: rechazando aquellas
que cuestionen sus principios o reinterpretándolas a través de sus esquemas de apreciación.
- De esta manera, ni los sujetos son libres en sus elecciones ?el habitus es el principio no
elegido de todas las elecciones?, ni están simplemente determinados ?el habitus es una
disposición que se puede reactivar en conjuntos de relaciones distintos y dar lugar a un
ámbito de prácticas distintas.
- El habitus se aprende fundamentalmente mediante el cuerpo, no pasa por la conciencia y por ello no es algo que se posea como un saber que se domina. El habitus es lo que se es. Se inscribe en los detalles más insignificantes del porte, de la postura o de los modales, de las prácticas corporales y verbales.
- Como disposición adquirida el habitus es un conocimiento que puede, en determinados
casos, funcionar como un capital simbólico. Este capital, representado en aptitudes, gustos, maneras o expresiones tanto verbales como corporales solo cobra verdadera importanciadentro ciertos campos en donde los agentes estén dotados de las categorías de percepción necesarias para otorgarles valor efectivo. Es decir, que no es un capital que exista por si solo, sino que es un valor que se basa en el reconocimiento por parte de los demás de un poder asociado a ese habitus.
- Para que ese reconocimiento se produzca tiene que existir un consenso social dentro del campo que otorgue la legitimidad necesaria a esas prácticas. Por ello, si los agentes sociales juegan los diversos juegos de acumulación de capital simbólico no es porque estén determinados por un interés, ni porque hayan decidido hacerlo de manera reflexiva y racional, sino porque han incorporado este interés mediante la inmersión en un universo de prácticas (campo) que define lo que está en juego, porque han incorporado en su habitus unos esquemas particulares.

A manera de cierre de este artículo, puede decirse que la crítica bourdieana a la concepción lingüística de los discursos, emprende una sustitución de conceptos clásicos de las teorías comunicológicas, colocando desde su perspectiva de una sociología del lenguaje, aquellos que desde una pretensión de construir una ciencia de los discursos de corte "estructuralista-constructivista", permita comprender al lenguaje no únicamente como un instrumento del intelecto, sino como una herramienta de acción y de poder, en donde los sujetos, en tanto agentes sociales, se encuentran situados históricamente y socialmente determinados. Es decir, una oposición a la versión lingüística standard que sostiene que la lengua está hecha para comunicar, ser comprendida y descifrada, concibiendo así al universo social únicamente como un sistema de intercambios simbólicos y a la acción social sólo como un acto de comunicación.

Bibliografía

Bernard Lahire ,"Campo, fuera de campo, contracampo" Colección Pedagógica
Universitaria 37-38, enero-junio/julio-diciembre 2002
Bourdieu, P. Sociología y Cultura, Grijabo 1990, p. 135- 141
Bourdieu, P. Las reglas del Arte,  Anagrama, Barcelona, 1996
Bourdieu,P .  Razones prácticas, Anagrama, Barcelona, 1994
Bourdieu, Pierre: ¿Qué significa hablar? La economía de los intercambios lingüísticos, Akal Universitaria, Madrid, 1985
Loesberg. J. "Bourdieu and the sociology of aesthetics", en: ELH 60 (1993), pp.1033-1056
Martín Criado, Enrique. Les habitus, Diccionario sociológico, Universidad Complutense de
Madrid

No hay comentarios:

Publicar un comentario