Unidad 1. El problema de la relación entre comunicación y
psicología: una caracterización posible
MUTACIONES
EN EL ESCENARIO CULTURAL CONTEMPORÁNEO:
CUESTIONES
PREVIAS PARA COMPRENDER SUS IMPLICANCIAS EN LOS PROCESOS DE SUBJETIVACIÓN (1)
Oscar D. Amaya
No cesaremos de explorar, y el fin de
nuestra
exploración será llegar donde empezamos,
y por primera vez, conocer el lugar
T.S. Eliot
Nuestro tiempo es un tiempo de nacimiento
y de tránsito a un
nuevo período. Conciencia plena del
filósofo de lo que está
viviendo. El espíritu –o sea la
conciencia- ha roto con el
mundo de su existencia y el mundo de ideas
vigentes hasta
aquí, y está en trances de hundirlo en el
pasado, y anda
entregado al trabajo de su transformación.
La frivolidad
y aburrimiento que desgarran lo existente,
la añoranza
indeterminada de algo desconocido, son los
mensajeros
de que algo nuevo se aproxima. Este
gradual
desmoronamiento queda interrumpido cuando
un
relámpago pinta de un golpe la imagen de
un nuevo mundo.
G.W. Hegel
El proyecto moderno
La modernidad constituyó un nuevo
horizonte de sentido que retomó y redimensionó ideales de la cultura griega y
simultáneamente instauró nuevos, emergiendo en contraposición y ruptura con la
denominada Edad Media, es decir, la caída o certificación del agotamiento de la
vieja representación del mundo, regida en forma predominante por el dominio
teológico-religioso. En términos del filósofo Castoriadis (cf. “Poder,
política, autonomía” en unidad II), la modernidad estableció un nuevo imaginario
social (2) y es por ello que resulta relevante recorrer un amplio arco de
escenarios que signaron a este período: el siglo de la ilustración, las
revoluciones, el movimiento romántico, los ideales científicos positivistas del
siglo XIX, el legado marxista en los estudios sociales del siglo XX y las
vanguardias artísticas y políticas, entre otros.
Afirma el filósofo Casullo: “la
modernidad sería una condición de la historia, que comienza a darse de manera
conciente entre los pensadores, entre los actores de esta historia, en Europa,
básicamente entre los siglos XVII y XVIII (...) donde se pensará el mundo y se
polemizará entre ´lo antiguo´ y ´lo moderno´ (...) no sólo en el campo de los
avatares sociales, industriales, técnicos, económicos, financieros, sino que
aparece también como necesidad de nueva comprensión del mundo (...) de lo real,
del sujeto y las cosas, del yo y la naturaleza, de las formas de conocer esa
naturaleza y ese yo mismo que estoy conociendo”
Es importante destacar desde un
principio, el riesgo que constituye para la comprensión de la historia de la
cultura, insistir en la idea de periodización, en el sentido que existirían
períodos generales de la humanidad, como si hubiera una unidad implícita en los
momentos históricos denominados antigüedad clásica-edad media-modernidad,
puesto que de hacerlo se cae en el obstáculo de transitar por explicaciones
causales o formular una simultaneidad lógica, allí donde se halla únicamente
una simultaneidad cronológica. La modernidad constituyó –y en cierto sentido lo
sigue haciendo- un vértigo de acontecimientos del que emergen ciertas fechas,
ciertos lugares, ciertos nombres propios, que se negaron a seguir pensando el
sufrimiento y la injusticia como componentes de un universal sin historia, pero
también de multitudes de anónimos que imaginaron otras existencias posibles, de
los que intentaron echar raíces en territorios imposibles, de los que no podían
acomodarse ni al mundo ni a sus limitaciones.
Se trata de abordar entonces, la
multiplicidad de acontecimientos, corrientes de pensamiento, de lógicas de vida
social y tecnológica, experiencias estéticas, poéticas y literarias, que
afirman la potencia de interrogantes de los que aún resuenan sus ecos. La forma
en que se estructura el imaginario social en la modernidad puede esquematizarse
como sigue:
-Modo de producción: capitalismo mercantilista
-Tipo de producción: concentración económica para la
producción y la propiedad
-Constitución de contrato social: sujeto jurídico
-Formas de representación: autoridad política
-Nuevo actor social: proletariado
-Nuevo espacio social: fábrica
-Tecnología: máquinas (palancas, poleas, relojes)
-Lazo social: familia, escuela
-Modo de subjetivación: formación de ciudadanos
-Organización social: Estado
-Tecnología de la transmisión cultural: escritura
-Condiciones de producción del conocimiento, forma de
apropiación y uso: teoría, disciplina científica (explicación, fundamentación,
exposición sistemática, interpretación). Búsqueda de la verdad, la crítica, la
objetividad y la universalidad. Conocimiento por sobre opinión. Racionalidad.
Estas características pueden ser
pensadas como prácticas y relaciones sociales necesarias para el
desenvolvimiento del capitalismo. Tomando ciertos análisis del sociólogo Weber,
puede pensarse a la modernidad en términos de la consecuencia de un proceso de
racionalización, a través del cual el mundo social se reorganiza bajo el
dominio del ascetismo, la secularización y las reivindicaciones universalistas
de un racionalismo crecientemente instrumental. En palabras del comunicólogo
Morley: “la modernidad es el núcleo para la conquista, la regulación imperial
de la tierra, la disciplina del alma, la creación de la verdad y la conquista
de la naturaleza para el hombre”.
Pueden observarse dos tendencias
que distinguen y que caracterizan a este proyecto: la búsqueda de control y
dominio sobre la realidad y la búsqueda de desarrollo autónomo del sujeto. Las
características señaladas más arriba permiten afirmar que el ideal de control y
dominio se relacionan en forma estrecha con la dimensión económica, y que las
dimensiones del saber, la organización social, política y cultural, posibilitan
o se constituyen en obstáculo, según los momentos o fases que constituyen este
ideario. Pero es necesario observar que estas dos tendencias, lejos de
desarrollarse articuladamente, fueron produciendo una tensión creciente en
torno al proyecto. Según palabras del filósofo Heler: “si el control y el
dominio logran una gran efectivización en la sociedad, es también durante su
vigencia que se dan las mayores manifestaciones de oposición y rebelión en
nombre de la libertad individual”.
Algunos autores han dividido a la
modernidad en tres fases: la primera, que se extiende desde comienzos del siglo
XVI hasta finales del siglo XVIII; la segunda se inicia con la Revolución
Francesa y sus repercusiones; y la tercera con el advenimiento del siglo XX,
donde la modernidad se expande abarcando el mundo entero. Desde esta
perspectiva, esta tercera fase encontraría una edad –la moderna- que habría de
perder el contacto con las raíces de su propia modernidad.
Castoriadis en tanto, plantea que
si se analiza la modernidad relacionándola con la significación y el proyecto
de autonomía –que considera es social e individual- se pueden distinguir tres
períodos: la emergencia o constitución de occidente, del siglo XII a principios
del siglo XVIII; la época crítica, moderna propiamente dicha, desde el siglo
XVIII hasta mediados del siglo XX y lo
que denomina la retirada al “conformismo”, signada por las dos guerras
mundiales, la emergencia de los totalitarismos, la decadencia del mito del
Progreso y el nacimiento de los movimientos sociales expresión de las
“minorías”.
Las fases de la modernidad pueden
resultar útiles en tanto permitan explicar una profunda y diversa
transformación del sujeto moderno: desde la instauración de la idea de la
conciencia individual como origen del significado (el cogito ergo sum
cartesiano) hasta la descentralización del sujeto, producto de las
formulaciones no sólo de Marx y Freud, sino también del semiólogo Saussure,
quienes plantearon que la formulación de los pensamientos son estructurados de
forma inconsciente por normas y conceptos del lenguaje y la cultura, en la cual
los sujetos se socializan. (cf. Bleichmar, S. y Fernández, A. en unidad 2)
Resulta claro entonces, que la
idea de razón universal campea todo el escenario de la modernidad, es decir, la
reflexión del sujeto a través de la razón, este pensar por sí mismo señalado en
el párrafo anterior. El filósofo Kant es
taxativo al respecto: “la ilustración es la liberación del hombre de su
culpable incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de
su inteligencia sin la guía de otro. Sapere aude (atrévete a saber): ten el
valor de servirte de tu propia razón, he aquí el lema de la ilustración”. Cabe
señalar que ilustración debe entenderse como un práctica del sujeto como
portador de razón, es decir, una búsqueda en sí de la verdad y de esa misma
dinámica de pensar en todo instante por sí mismo, de un interrogarse del sujeto
donde la razón se erige como juez de la verdad. (cf. Kant, I. “¿Qué es la
Ilustración?”, y Foucault, M. “¿Qué es la Ilustración?”, en bibliografía de la
unidad 4)
A partir del siglo XVIII, el
desarrollo del sujeto queda ordenado y justificado por esta idea de razón, en
consonancia con el contexto social general caracterizado por las luchas
políticas y el crecimiento económico. La idea de sujeto que converge remarca la
autonomía de éste y al mismo tiempo, los límites y posibilidades de su
desarrollo: la razón controla sus prácticas y discursos. En otros términos:
“conocer, ordinariamente, es estar de vuelta de algo; conocer, absolutamente,
es estar de vuelta de todo. La iluminación representa un paso más: consiste en
la certeza de que en adelante no se volverá a ser víctima del engaño, es una
última mirada sobre la ilusión” (Cioran, 1987), lo que constituye una
concepción de totalización centrada en el sujeto, cuya categoría nuclear,
además de la razón, es el progreso.
La crítica de la
modernidad
La ilustración retorna a la mitología, a
la
que en realidad, nunca supo cómo eludir.
Adorno y Horkheimer
En forma creciente, el mundo
“positivo” de la ciencia y la tecnología, la supremacía de la razón
instrumental (3) puesta al servicio del poder por sobre la razón crítica (4)
produce la vivencia de pérdida del sentido de la realidad y el cese de una
participación activa del hombre en una unidad de sentido. Se llega a lograr el
poder sobre lo real no sólo a costa de su pérdida, sino convirtiendo al hombre
en objeto de dominio. Al quebrantarse el poder contradictorio de la razón, la
realidad se desarrolla según su propia “ley positiva” manifestando su fuerza
represiva.
El filósofo Adorno plantea que
Auschwitz demostró irrefutablemente el fracaso de la cultura occidental
moderna: “el hecho de que los campos de concentración hayan podido ocurrir en
medio de una tradición filosófica, artística y científico-ilustrada, no
encierra otro contenido más que el hecho de que el espíritu no llega a encarnar
en los hombres y cambiarlos. En esos santuarios del espíritu, en la pretensión
enfática de su autarquía es precisamente donde radica la mentira. Toda la
cultura después de Auschwitz, junto con la crítica contra ella, es basura”
(Adorno, 1975)
El quiebre de la modernidad, para
diferentes autores, estaría planteado en los siguientes términos: desde la
óptica del sociólogo Berman, “la gloria de la energía y el dinamismo modernos,
los estragos de la desintegración y el nihilismo modernos, la extraña intimidad
entre ellos; la sensación de estar atrapado en una vorágine en la que todos los
hechos y valores se arremolinan, explotan, se descomponen, se recombinan; la
incertidumbre básica sobre lo que es fundamental, lo que es valioso, hasta lo
que es real; el estallido de las esperanzas más radicales en medio de sus
radicales negaciones” (Berman, 1988)
En términos de Debray: “los
nuevos signos e insignias del poder no traducen un simple cambio en la
simbólica sino en la función y la naturaleza del Estado. Esta ruptura en
nuestro régimen de representación modifica nuestros cuerpos, nuestras almas y
el orden del mundo”. La modernidad, que pudo inventarse de una manera original
e inédita, que produjo un proceso de transformación general de las conciencias
y las estructuras de las sociedades, también desplegó enormes riquezas y con
ellas desigualdades también desmesuradas. El desarrollo tecno-científico por su
parte, trajo aparejado un profundo desequilibrio en los entornos ambientales.
“Lejos de alcanzar los ideales del siglo XVIII de libertad, igualdad,
democracia y armonía social, está creando las condiciones para nuevas formas de
barbarie, de destructividad, para nuevos mecanismos intrínsecos a la sociedad,
generadores de una violencia cada vez más creciente”, afirma Forster.
Las grandes metateorías de la
modernidad, esto es, las creencias en la racionalidad, la ciencia y los
proyectos tecnológicos -todos ellos causas para la emancipación y el progreso
humano- han sido analizadas como creencias que funcionaron a la manera de
ideologías, legitimando hechos que negaron estos mismos principios (puede
pensarse en las guerras mundiales, el ejemplo citado de los campos de
concentración, el racismo y las armas nucleares, por mencionar los hechos
salientes del siglo pasado). Ya hacia fines de la década del 60, el filósofo
Marcuse alertaba que con la creciente concentración y efectividad de los
controles económicos, políticos y culturales “la oposición en todos estos
campos se pacifica, se integra o se liquida”. Cuando la razón se identifica con
la realidad “lo que es actual es razonable, aunque lo razonable no se ha hecho
aún actual”. (Marcuse, 1967)
Es en este sentido que Weber
afirma la existencia de una creciente racionalización burocrática de la
sociedad como un “proceso de desencantamiento del mundo”. La naturaleza se ha
ido transformando en un mero objeto de conocimiento o uso, que se profana en
nombre del progreso, convirtiéndola en una estructura cuantificada.
Aparece como necesario entonces,
volver a enfrentarse a las nuevas certezas instauradas: “todas las relaciones
estancadas y enmohecidas, con su cortejo de creencias y de ideas veneradas
durante siglos, quedan rotas; las nuevas se hacen añejas antes de haber podido
osificarse. Todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo sagrado es
profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus
condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas”, consideró el filósofo
K. Marx.
La ilustración como “el sueño de
la razón que engendra monstruos” cae al no poder liberar al sujeto en forma
definitiva de un pensamiento irracional, que se instauró como una lógica
sustitutiva de ésta.
Posmodernidad
Según Morley (1998), la escena contemporánea ha sido
considerada de modos diversos, en tanto:
- un período de vida social que posfecha algo llamado
modernidad;
- una forma de sensibilidad cultural, característica de este
período;
- un estilo estético, expresivo de la actitud vital del
período;
- un modo de pensar particularmente apropiado para analizar
el período.
Para Jameson se trata de una
lógica cultural del capitalismo tardío, en tanto que otros autores se refieren
a la sociedad posindustrial, o a la sociedad de la información. Se puede abrir
entonces un espacio de análisis de la posmodernidad en términos de un
“escenario cultural actual”, un nuevo tipo de experiencia cultural,
caracterizando ciertas notas que hablarían de un nuevo constituyente, otro
imaginario cultural que se emplaza, a la manera de lo tratado en el apartado
“El proyecto moderno”:
-Modo de producción: poscapitalismo o capitalismo tardío
-Tipo de producción: de superproducción para el
establecimiento de servicios, cotización de acciones y productos
-Constitución de Contrato social: sujeto disperso
-Formas de representación: autoridad mediática
-Nuevo actor social: consumidor
-Nuevo espacio social: empresa
-Máquinas: informática, computadores, bytes
-Lazo social: medios masivos de comunicación
-Modo de subjetivación: constitución de consumidores
-Organización social: mercado globalizado
-Tecnología de la transmisión cultural: soportes
audiovisuales digitales e informáticos
-Condiciones de producción del conocimiento, forma de
apropiación y uso: búsqueda de la verosimilitud, eficacia y comunicación.
Discursividades plurales. Modelización operacional. Simulación.
A partir de lo planteado en el
apartado anterior, algunos autores (como Ignatieff y Debord) plantean que se
pueden establecer los siguientes deslizamientos:
-de la educación a la seducción
-de la narración al flujo
-de la secuencia a la aleatoriedad
-de la realidad a la representación-espectáculo, como lógica
cultural del capitalismo tardío
Esta nueva lógica acentúa en
parte efectos anteriores, que pueden ser denominados como de
transnacionalización, entendido como un desprendimiento de organismos y
empresas con sede exclusiva en una nación: se produce una independencia
creciente respecto de estados y poblaciones, proceso que se satura en otro, la
globalización, entendida como una fuerte intensificación de las dependencias
recíprocras y un crecimiento y aceleración de las redes económicas y culturales
de base mundial. Este efecto de desterritorialización expresa el mercado
mundial en sus formas y dinámicas expansivas: satélites, sistemas de
información, manufactura y procesamiento de bienes electrónicamente y servicios
distribuidos en todo el planeta, entre otros fenómenos.
Hebdige plantea considerar a la
posmodernidad como articulada en base a tres negaciones de la modernidad: el
rechazo a la totalización, a la teleología y a la utopía. En relación a la
primera negación, se refiere a las aspiraciones generalizadoras de la
Ilustración en cuanto a la definición de una naturaleza humana fundamental, un
destino determinado de la historia y la determinación de la existencia de metas
colectivas. En cuanto a la teleología, el rechazo a la idea de los orígenes y
las causas de los acontecimientos humanos como determinados, en términos de
causas ocultas, como las explicaciones del marxismo, el psicoanálisis o el
estructuralismo. Por último, la tercera negación se refiere a aquellas ideas o
modelos sostenidos por una utopía, que invalidaría por ineficiente a toda
sociedad ¨real¨.
La desmaterialización
tecnológica, que sustituye a los objetos en su propio cuerpo, impone a la
imagen como nueva realidad. Asistimos a la desmaterialización de la realidad y
a su vez, a un nuevo dispositivo de lo real:
su virtualidad como modo de existencia. Casoratti afirma que el ejercicio de
nuestro panorama visual depende totalmente de un complejo sistema de
reproducción y manipulación tecnológica, por medio del cual sólo se perciben
imágenes. (cf. Levy, P. en unidad 1)
Esta idea de dispersión o de
disolución de la idea de sujeto, en términos de una destotalización de la razón
universal, no produce sino una equivalencia general de las diferencias, que se
opone a las concepciones más arraigadas de conceptuar a la posmodernidad como
sinónimo de la idea de “multiplicidad” o “diversidad”.
En definitiva, el surgimiento y
análisis de la posmodernidad pueden entenderse, desde la perspectiva de Morley,
como “un conjunto de teorías sobre la experiencia del posmodernismo en las
sociedades capitalistas avanzadas del mundo occidental, más que como una teoría
global de la experiencia social universal”. Este autor sostiene que este nuevo
escenario cultural se desarrolló “en determinados lugares, mientras que otros
tipos de tiempo (preindustrial o incluso moderno) siguen siendo la experiencia
predominante en muchos otros lugares”. (Morley, ob.cit.)
Por último, en el siguiente
cuadro pueden confrontarse los ejes que organizan a la modernidad y la
posmodernidad y sus diferentes lógicas, tal como ya han sido analizadas:
MODERNIDAD / POSMODERNIDAD
Modo de producción
capitalismo mercantilista /
poscapitalismo o capitalismo tardío
Tipo de producción
concentración económica para la producción y la propiedad /
superproducción para el establecimiento de servicios,
cotización de acciones y productos
Constitución de contrato social
sujeto jurídico /
sujeto disperso
Formas de representación
autoridad política /
autoridad mediática
Nuevo actor social
proletariado /
consumidor
Nuevo espacio social
fábrica /
empresa
Tecnología
máquinas (palancas, poleas, relojes) /
informática, computadores, bytes
Lazo social
familia, escuela /
medios masivos de comunicación
Modo de subjetivación
formación de ciudadanos /
constitución de consumidores
Organización social
Estado /
mercado globalizado
Tecnología de la transmisión cultural
escritura /
soportes audiovisuales digitales e informáticos
Condiciones de producción del conocimiento, forma de
apropiación y uso
teoría, disciplina científica (explicación, fundamentación,
exposición sistemática, interpretación). Búsqueda de la verdad, la crítica, la
objetividad y la universalidad. Conocimiento por sobre opinión. Racionalidad.
búsqueda de la verosimilitud, eficacia y comunicación. /
Destitución de enunciaciones universales.
Discursividades plurales.
Modelización operacional.
Simulación.
Notas
(1) El presente artículo constituye un instrumento
orientador para enmarcar algunos de los problemas que serán abordados en las
unidades I, II y IV. Se indican entre paréntesis las bibliografías de la
materia relacionadas con los distintos aspectos de las problemáticas que se
plantean a continuación.
(2) La noción de imaginario social aparece como fuertemente
explicativa a la hora de caracterizar un marco epocal: “este elemento que da a
la funcionalidad de cada sistema institucional su orientación específica, que
sobredetermina la elección y las conexiones de las redes simbólicas, creación
de cada época histórica, su manera singular de vivir, de ver y hacer su propia
existencia, su mundo y sus propias relaciones; este estructurante originario,
este significado-significante central, fuente de lo que se da cada vez como
sentido indiscutible e indiscutido, soporte de las articulaciones y de las
distinciones de lo que importa y de lo que no importa, origen del exceso de ser
de los objetos de inversión práctica, afectiva e intelectual, individuales y
colectivos, este elemento no es otra cosa que lo imaginario de la sociedad o de
la época considerada”.
(3) Horkheimer plantea que la razón instrumental se articula
en relación a la díada medios-fines, con la adecuación de modos de
procedimiento a fines que son aceptados y que presuntamente se sobreentienden.
Es el poder quien instaura los actos razonables, entendiendo a esta razón como
incapacitada de pensar los fines, en una dinámica de simple funcionalismo.
(4) Se hace aquí referencia al poder de negatividad de la
razón, la posibilidad de un yo pienso que pueda negar críticamente el mundo y los
dispositivos de poder que lo controlan: la denuncia de la aspiración al dominio
de la naturaleza en nombre del control científico y técnico que degenera en
sometimiento del sujeto, reducido a objeto a merced de la ley del intercambio.
La razón es por definición contradicción, oposición, negación en tanto que la
libertad no ha sido llevada a cabo.
Bibliografía citada
-Adorno, Theodor. Dialéctica negativa, 1975, Ed. Taurus.
-Berman, Marshall. Todo lo sólido se desvanece en el aire, 1988, Ed.
Siglo XXI
-Castoriadis, Cornelius. El mundo fragmentado, 1993, Ed. Altamira.
-Casullo, Nicolás; Forster, Ricardo; Kaufman, Alejandro. Itinerarios de
la modernidad, 1999, EUDEBA.
-Cioran, Emile. Ese maldito yo, 1987, Ed. Tusquets.
-Heler, Mario. La posmodernidad o una interpretación falaz, 1988, Ed.
Biblos.
-Horkheimer, Max; Adorno, Theodor. Dialéctica del Iluminismo, 1987, Ed.
Sudamericana.
-Kant, Immanuel. Filosofía de la historia, 1978, FCE
-Marcuse, Herbert. Razón y Revolución, 1967, Instituto de Estudios
Políticos, Universidad Central de Venezuela.
-Morley, David. El posmodernismo: una guía básica, en: Estudios
culturales y comunicación, 1998, Paidós.
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